Álvaro Díaz enfrentó diversos desafíos desde joven. Trabajó en varios restaurantes en Perú, empezó de abajo y no paró hasta culminar sus estudios y ascender en el rubro gastronómico. Actualmente, es jefe de cocina en Mangoz Bar & Restaurant, en La isla de San Vicente y las Granadinas, ubicado en el Caribe.
Tiene 45 años, de los cuales muchos estuvieron marcados por la lucha contra la adversidad. Su historia se inició en el distrito de San Miguel, específicamente en la calle Miramar. Pudo ver con crudeza casos de drogadicción y perdición.
Es el tercero de siete hermanos. Entre paredes estrechas y camarotes compartidos entre padres y hermanos, aprendió junto a su familia, la lección más valiosa de todas: la unión frente a las dificultades.
Hubo días en los que a las justas alcanzaba el alimento diario. Recuerda con nitidez el primer televisor en su casa. Al poco tiempo fue embargado por falta de dinero para pagar el préstamo. “Crecí sin televisión. Tenía 11 años cuando ocurrió”, confiesa.
Aunque los privilegios eran ajenos a su realidad, comprendió la importancia de obtener dinero al concluir sus estudios secundarios, pues su progenitor era el único sustento económico del hogar.
Una atracción inexplicable
“No alcanzaba el dinero para la casa y vengo de una familia numerosa; por eso todos trabajamos a los 18 años, y ni bien terminé el colegio me metí a trabajar para poder ahorrar para mis estudios”, prosigue en su relato.
Desde temprana edad, la cocina ejercía sobre él una atracción inexplicable. Los aromas de las especias y los sabores de los guisos despertaban en él una curiosidad insaciable, alimentada por las enseñanzas de una madre y una abuela que dominaban el arte culinario.
Así, con la mayoría de edad, incursionó como lava moldes en un local de comida rápida y llegó a ser jefe de entrenamiento. Trabajó tres años en ese lugar, lo cual le permitió ahorrar para postular a estudiar Marketing y Publicidad en la universidad.
“Para mí, fue duro, pero cuando uno se quiere superar, no importa el tiempo que tome hasta que lo logres”, añade.
A los 22 ingresó a la Universidad, pero no pudo concluir la carrera. “Me subieron la pensión y tuve que retirarme, no tenía cómo seguir pagando”, expresó al evocar esa etapa que sin embargo lo pondría cara a cara con su pasión: la gastronomía.
Así es que trabajó por 12 años en la Trattoria di Mambrino, y posteriormente en La Bodega de la Trattoria.
Aquí, mientras trabajaba, pudo acabar la universidad. Esto le permitió ascender en el trabajo como gerente de cocina y terminó laborando para dos restaurantes del mismo consorcio a la vez.
“Sabía que si estudiaba iba a poder lograr mejores cosas y crecer profesionalmente, todo sacrificio en su momento valió la pena”, señala emocionado por lograr una meta que tanto anheló.
San Vicente y las Granadinas
Empero, la adversidad volvió a su vida con la pandemia del coronavirus que azotó al mundo y especialmente al Perú. Alteró sus planes a futuro y desafió la estabilidad que había construido con tanto esfuerzo.
Su espíritu inquieto no encontró reposo. Nuevos horizontes llamaron a su puerta. Tenía posibilidades de viajar y trabajar en Italia, pero antes de que pudiera tomar una decisión, una llamada desde el Caribe cambió su destino.
La propuesta de trabajar como jefe de cocina en San Vicente y las Granadinas encendió la esperanza en su corazón. Hablar con su familia fue el primer paso hacia una nueva etapa, una oportunidad para demostrar su valía más allá de las fronteras de su país natal.
“Quiero demostrar que puedo hacer más cosas”, afirmaba con determinación a sus familiares. “Creo que allá puedo expandirme y hacer que nuestra cocina peruana brille con luz propia”, enfatizaba.
Finalmente, junto a su colega
Jorge Huamán, se aventuró en una nueva tierra, enfrentando la incertidumbre propia de un nuevo reto. La adaptación no fue fácil, el idioma y las diferencias culturales representaron obstáculos en su camino, pero con cada plato que servía conquistaba el corazón de quienes lo rodeaban.
“Hemos recibido diversos elogios”, nos dice con orgullo. “Cada vez que un cliente disfruta de nuestra comida, siento que he cumplido mi propósito”, recalca emocionado.
Su mente creativa y su habilidad en la cocina han ganado reconocimiento, convirtiéndose en un pilar fundamental en el equipo. Aunque el futuro aún le aguarda nuevos capítulos, sueña con establecer su propio negocio, llevando consigo el sabor de su tierra natal a cada rincón del mundo.
Más datos
–“Quiero abrir un pequeño restaurante, un lugar donde la comida peruana sea la protagonista. Pero mientras tanto, seguiré enviando mi apoyo a mi familia en Perú, porque ellos son mi roca, mi motivación para seguir adelante“, señala Álvaro Díaz.
-Para aquellos jóvenes que sueñan con viajar y trabajar fuera de su país natal, nuestro compatriota ofrece palabras de aliento y consejos basados en su experiencia.
–“No pierdan la oportunidad de salir, de explorar el mundo. La experiencia es invaluable, y cada desafío es una oportunidad para crecer y aprender, no se rindan, persistan y nunca desistan”, enfatiza.
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