Hernández, Toledo y Solís tienen muchas cosas en común. Los tres visten bata verde, tienen una amplia experiencia en el campo quirúrgico y sienten una profunda pasión por salvar vidas de pequeños pacientes, convirtiéndose así en los mentores de una nueva generación de médicos cirujanos del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja (INSN-San Borja).
Uno de los protagonistas de esta historia es el doctor Alfredo Hernández Grau (74), cirujano cardiovascular pediátrico, con más de 40 años de labor ininterrumpida. A pesar de haber cumplido su tiempo de servicio ha decidido que aún no es momento de jubilarse, por lo que seguirá trabajando hasta que sienta que ya no es capaz de seguir ayudando.
«Un niño no es un adulto chiquito, es otro mundo que te permite afrontar retos quirúrgicos y riesgos por la patología misma y eso es lo que me incentiva a seguir», comentó.
Pasión por salvar vidas
El veterano médico creció frente al mar chalaco, en el barrio de Chacaritas, en el seno de una familia modesta y trabajadora. Su padre era periodista y su madre realizaba confecciones navales, quien le heredó el apellido del héroe nacional Miguel Grau Seminario. Una relación familiar que, entre risas, acepta.
No recuerda una situación especial que lo haya motivado a dedicarse a curar y salvar niños. Cree que es más un sentimiento innato, una vocación pura y sincera que ejerció desde el momento en que se graduó de la Universidad Cayetano Heredia, en 1982, logrando participar en casi 2,000 cirugías cardiovasculares pediátricas en las últimas cuatro décadas.
Dr. Alfredo Hernández, cirujano cardiovascular del INSN-San Borja. Foto: ANDINA/Vidal Tarqui
Hernández es consciente de que detrás de cada cirugía hay un padre o una madre que pone en sus manos la vida de su hijo o hija. Durante varias horas, junto a un equipo multidisciplinario, se enfrentan a operaciones de alto riesgo en el corazón y los vasos sanguíneos. A veces el resultado es incierto, ha «resucitado» a muchos niños y ha visto morir a otros. En momentos así, solo puede dejarlo a la voluntad de Dios.
«Lo único que sientes es impotencia de que no puedes hacer más, aunque sabes que ya hiciste todo lo que estaba en tu ciencia y en tu experiencia. Solo nos queda evitar que otro paciente llegue a ese estado», agregó.
Debido a su experiencia y su agradable humor, Hernández es muy querido por sus colegas y médicos más jóvenes de su equipo, quienes se han convertido en sus pupilos, como los cirujanos Martín Bedoya y Hugo Reyes, que también ven en él a un maestro.
«El cirujano tiene que hacer lo que debe, no lo que puede. Eso hay que tener en claro. Lo otro es mantenerte siempre hambriento de conocimiento, si no estás actualizado, lo paga el paciente y eso no puede ocurrir».
Hernández visitando a una paciente de tres años. Foto: ANDINA/Vidal Tarqui
Padre e hijo
El doctor Mauro Toledo Aguirre (62) es un neurocirujano, especializado en microcirugía, con más de 35 años de trayectoria. En 2016, llegó al INSN San Borja por recomendación del neurocirujano doctor Ricardo Zopfi Rubio, a quien considera su mentor y padre adoptivo.
Su infancia estuvo marcada de infortunios y obstáculos, quedó huérfano de ambos padres a los 11 años, por lo que tuvo que trabajar y estudiar desde muy corta edad. En uno de sus tantos empleos, por cosas del destino, conoció al doctor Zopfi, quien había visitado la ciudad de Huaraz para participar en campañas médicas.
Después de conocer su historia, Zopfi Rubio lo adoptó, no solo le brindó educación y hogar, sino también amor y consuelo. «Él, prácticamente, es como mi padre, me trajo a Lima para hacer mis estudios. Sé que desde el cielo, donde está viéndonos, está muy feliz de vernos a mí y a los doctores salvando vidas», comentó con los ojos brillosos y los sentimientos apunto de desbordarse.
Mauro Toledo, neurocirujano del INSN-San Borja. Foto: ANDINA/Vidal Tarqui
Inspirado en el trabajo de su padre, Mauro Toledo realizó sus estudios en Medicina en la Universidad de San Martín de Porres y durante varios años trabajó para el Ejército, en la frontera de Perú con Brasil y en el Hospital Militar de Lima. Sin embargo, su sueño siempre fue trabajar en el Hospital del Niño.
Gracias a las enseñanzas de su mentor pudo llevar adelante importantes retos en la institución, como la implementación de procedimientos endovasculares que ayudan al tratamiento de aneurismas, malformaciones endovenosas y otros problemas neurológicos complejos, algo que le ha permitido salvar la vida de muchos niños.
Hoy trabaja al lado de su mejor discípulo, el doctor Frank Solís Chucos (41), neurocirujano huancaíno, de quien destaca su talento y profesionalismo. «Ha superado al maestro», dijo orgulloso.
Frank Solís y Mauro Toledo realizando una neurocirugía. Foto: ANDINA/Vidal Tarqui
Vocación por la neurocirugía
Después de ponernos los guantes, gorros, mascarillas, cubrebotas y el infaltable mandil verde, entramos al quirófano. El paciente atendido hoy no supera los 10 años y tiene una lesión vascular cerebral. Dentro de la sala de operaciones el tiempo transcurre de diferentes maneras. La cirugía duró casi dos horas, pero para algunos se sintió como 20 minutos. Lo sorprendente es que no fue necesario ningún corte.
«A nivel de la arteria femoral o radial impulsamos por dentro catéteres especiales muy pequeñitos que nos permiten llegar y sellar la lesión vascular. Es una cirugía mínimamente invasiva y la recuperación es rápida, en la mayoría de casos pueden irse de alta al día siguiente», explicó el doctor Frank Solís, quien recientemente ganó el premio LINNC de las Américas, por un caso altamente complejo realizado en el INSN San Borja.
Frank Solís, neurocirujano endovascular del INSN San Borja. Foto: ANDINA/Vidal Tarqui
La operación que ameritó el premio se hizo en un niño chiclayano de 10 años. Padecía de una enfermedad maligna del cerebro, que progresivamente le ocasionó deterioro neurológico y puso en peligro su vida. La cirugía de alto riesgo duró seis horas, pero los resultados fueron satisfactorios.
«No me imagino haciendo otra cosa que no sea salvar niños. Verlos bien es lo que más nos gratifica, nos llena de alegría el corazón», agregó el talentoso médico, tras confesar que fue un libro de Ben Carson que lo inspiró a convertirse en neurocirujano a los 11 años.
Los cirujanos Hernández, Toledo y Solís están de acuerdo en que el valor de su trabajo no se determina únicamente por la complejidad de los procedimientos que realizan, sino también por los desafíos emocionales y psicológicos que enfrentan cada día dentro del quirófano, especialmente cuando se trata de cuidar y salvar vidas de niños y adolescentes. Una noble lucha que pocos se arriesgan a combatir y que cada 5 de abril se conmemora.
– En los años 90, la edad promedio de niños operados de cardiopatías era 9 años, ahora en el INSN San Borja son 9 meses, este salto cualitativo permite tratar sus enfermedades de manera oportuna.
– El hospital cuenta en la actualidad con 95 cirujanos de distintas especialidades que realizan entre 450 a 500 cirugías al mes.
– En los últimos 11 años se han realizado 51,618 cirugías complejas a niños y adolescentes de todo el país.
– Desde el 2016 a la fecha, se realizaron 63 trasplantes de órganos y tejidos, con donante vivo y cadavérico. De este grupo, 39 son trasplantes renales, 11 hepáticos y 13 trasplantes de córnea.
– En 2024, se concretaron 4 trasplantes gracias a dos donantes cadavéricos: dos renales en menores de 12 y 14 años y dos de córnea, en menores de 9 y 15 años.
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