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05:30 | Lima, jul. 28.
La palabra proviene del latín «Te Deum» («A Ti, Dios» en español) y constituye un antiguo himno de alabanza y representa la acción de gracias al Todopoderoso.
En la misa del tedeum de Fiestas Patrias se agradece al Ser Supremo por la Independencia de Perú, y de algún modo se reafirma el vínculo entre el Estado y la Iglesia católica, que ha estado presente en la vida del país desde los inicios de la República.
La misa y tedeum lleva celebrándose y oficiándose por Fiestas Patrias desde 1821, es decir, la misma cantidad de años que nuestra república.
Fue en 1821 cuando se celebró por primera vez esta ceremonia religiosa, por un pedido del propio don José de San Martín para bendecir el fin de la era colonial española en territorio peruano.
Con el transcurrir de los años, su realización se oficializó durante la etapa republicana, hasta hoy, en la que forma parte de la tradición que enmarcan los actos por Fiestas Patrias.
En esta tradicional actividad participan, además del arzobispo capitalino y otras autoridades religiosas, el presidente de la República, ministros de Estado, congresistas y los principales mandos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, así como autoridades judiciales y diplomáticas.
Más allá de Perú
No solo en Perú las fiestas por la Independencia Nacional se inician con una misa y tedeum. Otros países latinoamericanos como Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay y República Dominicana realizan este ceremonial de acción de gracias.
Y es que si bien en estas fechas estamos llamados a unir esfuerzos para no perder nuestra identidad católica, apoyados en la fe, podemos superar las drásticas desigualdades que existen aún entre los peruanos y hacer de nuestra Patria un hogar grande que albergue a todos en armonía y paz.
Sobre el tedeum
– Se entonó por primera vez en 1821 durante la ceremonia presidida por monseñor Bartolomé María de las Heras, para consagrar el fin de la era colonial.
– El tedeum significa «A Ti, Dios», tal como reza su primer verso, y se remonta al año 387 cuando San Agustín de Hipona fue bautizado por san Ambrosio de Milán, mediante una improvisación inspirada por el Espíritu Santo.
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