Mon, 18 Mar 2024 08:00:00 -0500
08:00 | Lima, mar. 18.
Por: César Chaman
En la caja de cartón que Raúl Romero carga con una sonrisa hasta la puerta de la librería Documenta, en Barcelona, hay al menos cincuenta ejemplares de “Diario de ejercicios”. Es julio de 2022 y Romero va a presentar –entre amigos y curiosos– la edición española de su primera novela. Meses antes, en Lima, había enviado el original a un par de editoriales para consultar si les interesaba publicarlo. Y le dijeron que no.
“No, hermano, no es lo que estamos buscando” es una frase bonita que resume que el libro no les gustó –comenta Raúl desde España, en una conversación por aplicativo–; es la versión editorial del clásico “Nosotros te llamamos”.
Tenían sus razones: el crítico al que pidieron una opinión sobre la posibilidad de publicar a Romero había leído el texto al pie de la letra, como si se tratara de un compendio para enseñar a hacer ejercicios. Entre nos –acota el autor–, “nadie debería leer este libro como un manual” para marcar musculatura.
Escrito a modo de diario íntimo y secreto, el libro detalla 40 jornadas entre el 2 de noviembre del 2021 y el 8 de enero de 2022 para desvelar, desde adentro, la relación borrascosa entre la criatura y su creador, alguien que se describe a sí mismo como “un hípster católico alemán pro energías renovables”.
“Me animo a escribir esta historia, en parte, cuando leo ¡Absalón, Absalón! de William Faulkner; me encantó por su estilo absolutamente descriptivo, por esa suerte de alarde en el manejo del lenguaje”, cuenta Romero. Inspirado por el novelista de Misisipi, motivado –quizás como quien arranca una nueva dieta para perder unos kilos– decidió saldar una deuda personal con la literatura.
“Intento desafiarme para describir las cosas con rigor”, agrega Raúl, anticipando al lector que en las 168 páginas del libro encontrará explicaciones detalladas de las posiciones del personaje al acometer los ejercicios, el porqué de cada movimiento, sus efectos en el cuerpo, la importancia de las flexiones, las progresiones, los ángulos, los calentamientos, los descansos y la forma de manipular implementos en una disciplina a la que bautiza como selfsculpting, mientras revela intimidades y cavilaciones propias de un ser problematizado.
Un “desubicado” importante
Cantante del exitoso grupo Nosequien y los Nosecuantos, compositor, habituado al cariño de sus seguidores en su faceta de presentador de televisión y consciente de que sus detractores tienen motivos para criticarlo, Raúl reconoce que trabajó este texto también por satisfacción personal.
“Mientras escribía la primera parte, honestamente yo no veía la posibilidad de un libro; todo era divertimento y atender un desafío propio”. Romero recuerda que comenzó a mirar su relato como un “proyecto editorial” recién cuando pudo reírse del personaje, “un “pata” que vive en una psicosis de persecución y guarda pepitas de oro” para apertrecharse cuando estalle un apocalipsis zombi en todo el planeta y el dinero legal no tenga valor alguno.
“Mira, a mí me gusta el lenguaje, tanto que a veces me veo obligado a moderar mi impulso a complejizar una explicación o a usar palabras que no son ordinarias en una conversación entre amigos”. Pero en una ficción sí podía tomarse esas licencias.
¿El esfuerzo descriptivo resultó agotador, como el ejercicio mismo?
–Diría que más. Por momentos dejaba el texto, no por cansancio cuantitativo, sino porque quería alcanzar para cada frase la correspondencia gramática, la claridad total. Algunos párrafos eran el triple de largos, extensos, sin puntos ni comas. Pero las pocas personas a las que les iba mostrando el avance me decían: “Raúl, no tanto”, “Está bien el libro, pero bájalo”. Al principio yo no quería.
Estabas enamorado del texto…
–Enamorado del estilo, enamorado del reto. Pero, sí, hay partes donde ese estilo y esa intención se han mantenido en su magnitud inicial y otras que han sido reducidas y han ganado más significado. En el fondo, los ejercicios son una excusa…
¿Una excusa para qué?
–Para todo lo demás, para el relato, para un personaje con toques de humor y chifladura, un tipo que cree que su diario –si llegara a ser descubierto– podría marcar un “antes” y un “después” en la literatura universal. El personaje de mi novela es un “desubicado importante”.
Raúl Romero con un ejemplar de una publicación anterior, 'Zooilógico'.
El cariño del público, la fama
A la presentación en la librería Documenta de Barcelona llegaron alrededor de cien personas, como esperaba Romero. El “niño Raúl” ha crecido y en la madurez sabe distinguir entre “fama” y “afecto”, entre “seguidores” y “amigos”, entre “reputación” e “imagen”.
En enero de este año, a la versión española se sumó la edición en Perú de “Diario de ejercicios” (Garamond, 2024). “¿No estás publicando para que digan: ¡Ah, mira, Raúl también escribe!?”, le pregunto, en el tramo final de nuestra conversación. “Ah, bueno, eeeeh, sinceramente, o sea…”.
“Creo que hay una parte de los seres humanos que gustan de exponerse, de intercambiar comunicación, de expresarse y “rebotar”, de ese pimponeo gratificante entre dar y recibir. Y yo estoy en ese grupo, sin duda”, afirma.
“Tú vas a un concierto mío y ves que yo escucho mucho a la gente: “¿Qué dice ese “pata” de allá al fondo?”, “¿Qué hablas, oye?”. Ese ping-pong me gusta; no soy un artista maldito que se encierra en su cuarto y al que le da igual si se publica o no. No, en eso soy más normal, más común: me interesa expresar, me interesa el receptor”.
“Me ha encantado escribir, pero creo que no lo haría” en las actuales circunstancias, observa Raúl. Componer una canción es algo intempestivo, la canción nace de una situación imaginada; en cambio, escribir un libro necesita de un contexto, demanda de ti una provisión de elementos, subtramas, de completar bien el personaje, se explica. “Es una actividad intelectual intensiva, demandante, que no va con lo natural de mi carácter”.
Con todo, no niega que en la aparición de este libro hay un pequeño “factor” de demostración: “Me da miedo la cantidad de demostración que puedas creer que me anima a publicar y por eso quiero ser preciso: es mínima, pero existe”.
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